Una tarde de reflexiones.

Siempre he tenido esa extraña obsesión por la belleza de las cosas.
Solía siempre mirar con fascinación a las cosas nuevas, guardaba cada uno de los detalles en mi mente y luego los dibujaba. Me encanta dibujar cosas que en alguna ocasión ya he visto, es mi manera de paralizar todo aquello en el tiempo, en mi tiempo.
Supongo que cuando dibujo estoy perfectamente centrada en lo que hago porque en ese momento a mi alrededor no hay nada más. Todo parece sumiso y tranquilo y tan solo se escucha el desliz de la punta del lápiz sobre el papel.

Visualizo cada forma, color, tacto, sombra...es algo indescriptible lo que el ser humano puede llegar a ver y tocar, sentir y escuchar; pero preferentemente yo me quedo con ese sentido que nos hace ver cada día algo distinto del mundo en el que vivimos, nos hace crear cosas imposibles y visualizar lugares que nos hacen sentir de una manera un tanto extraña...